Cuando se enamoran los que no deben - HERNÁN BRUNO
Cuando se enamoran los que no deben
Ella cariñosa y sensual le insistió en que se quede. A donde iba a ir a las dos de la mañana, que lugar mejor que ahí y con ella. Con su bella y sugerente desnudez se contorneaba sobre el cuerpo de él y entre susurros le decía:
- Mi amor quedate a dormir, te quiero. Cuando nos despertemos te hago el desayuno más rico de tu vida.
- …
- Dale, quedate – y le besaba el cuello.
- ¡No! No puedo, me tengo que ir antes que termine la noche.
- ¿Me querés decir algo? Tenés algún secreto, ya sé.
Lo vio cerrar los ojos con un gesto de agotamiento existencial; ella compungida y sin entender, apoyó la cabeza en su pecho y sin abandonar lo que quería cambió de estrategia. Lo besó y acarició excitada y deseosa.
- Hummm, -ronroneo – Dónde está ese hombre que mordisqueaba mi cuerpo salvajemente hace un rato. Ese que le brillaban los ojos, llenos de amor y pasión. Y provocándolo le mordía los labios
- Basta, dale dormite - le dijo mientras miraba el techo.
Ella molesta le dio la espalda y no sin antes apoyarle las nalgas se quedó dormida.
A las cinco de la mañana se despertó y sin abrir los ojos lo buscó en la cama. No estaba. Se sentó y lo vió mirando por la ventana. El sol no había salido, pero ya clareaba.
- Dale vení, hagamos cucharita, dale.
El resignado, miró por la ventana, como despidiéndose y se acostó. Se apoyó sobre la espalda de ella y mordiéndole suavemente el cuello le dijo:
- Antes de que amanezca me voy.
Ella sin decir nada puso su mano sobre el cachete del culo de él y lo atrajo sobre sí y volvió a dormirse.
Ella amaneció pasado el mediodía, el grito que pegó debe haber despertado a todos los vecinos.
En la cama a su lado había un largo montículo de ceniza.
Él no amaneció.
1 Drácula, Bram Stoker
“¡Qué bendición tienen esas personas cuyas vidas no tienen temores, ni amenazas;
para quienes el dormir es una dicha que llega cada noche,
y no les lleva sino dulces sueños!”1
Ella cariñosa y sensual le insistió en que se quede. A donde iba a ir a las dos de la mañana, que lugar mejor que ahí y con ella. Con su bella y sugerente desnudez se contorneaba sobre el cuerpo de él y entre susurros le decía:
- Mi amor quedate a dormir, te quiero. Cuando nos despertemos te hago el desayuno más rico de tu vida.
- …
- Dale, quedate – y le besaba el cuello.
- ¡No! No puedo, me tengo que ir antes que termine la noche.
- ¿Me querés decir algo? Tenés algún secreto, ya sé.
Lo vio cerrar los ojos con un gesto de agotamiento existencial; ella compungida y sin entender, apoyó la cabeza en su pecho y sin abandonar lo que quería cambió de estrategia. Lo besó y acarició excitada y deseosa.
- Hummm, -ronroneo – Dónde está ese hombre que mordisqueaba mi cuerpo salvajemente hace un rato. Ese que le brillaban los ojos, llenos de amor y pasión. Y provocándolo le mordía los labios
- Basta, dale dormite - le dijo mientras miraba el techo.
Ella molesta le dio la espalda y no sin antes apoyarle las nalgas se quedó dormida.
A las cinco de la mañana se despertó y sin abrir los ojos lo buscó en la cama. No estaba. Se sentó y lo vió mirando por la ventana. El sol no había salido, pero ya clareaba.
- Dale vení, hagamos cucharita, dale.
El resignado, miró por la ventana, como despidiéndose y se acostó. Se apoyó sobre la espalda de ella y mordiéndole suavemente el cuello le dijo:
- Antes de que amanezca me voy.
Ella sin decir nada puso su mano sobre el cachete del culo de él y lo atrajo sobre sí y volvió a dormirse.
Ella amaneció pasado el mediodía, el grito que pegó debe haber despertado a todos los vecinos.
En la cama a su lado había un largo montículo de ceniza.
Él no amaneció.
1 Drácula, Bram Stoker
Hernán Bruno.
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