Se cumplieron, por Benito Bruno


Se cumplieron
Salud a todos los que supieron
Alimentar esta alma
Ansiosa de verdad, belleza, nobleza

En esa fría noche, cuando estaba ejecutando mi plan diseñado a la perfección, se desató algo imprevisto, por lo cual pensé que mi plan no había sido lo suficientemente pensado. Aun así, mis dotes de improvisación se estaban luciendo. Ya mis dedos estaban accionando el lanzallamas dispuesto para las casas de los que poseían esos misteriosos libros, que tanta intrigan me causaban, y pulverizaban ese sabueso metálico... Después de ello, como estaba decretado en el plan, corría libre por los bosques, una vez que había salido del río... Corría. Cansado, empecé a trotar. Visto que no había ningún peligro, caminaba. Cuando de repente... me despierto... Me encontraba en realidad en un sueño, con Ray Bradbury en mi pecho... (¡Salud, Ray!)
            Determiné que no leería más de dos horas por día. Eso de pasarme la tarde entera leyendo, me hacía mal. Pero bueno, sucedió que tenía que llevar a cabo mi plan de verdad... Ese del deber (si es un deber, porque tenemos que procurar el bien común...) de eliminar a los gusanos que no saben más que chupar la sangre como sanguijuelas a los demás, y hacer miserables a los que eran pobres... Como me gustaría que no existan los usureros. Esa vieja que parecía que se burlaba de mí, el otro día que fui a investigar el lugar, el escenario donde se debía obrar la justicia, gracias a mi mano, tiene que desaparecer. No así mi Sonia. A Sonia que nadie la toque... porque lo de ella es dignidad, decoro, es sencillez, como la hermana de la vieja, Isabel. Pero Sonia... ¡cómo la quiero!... ¡cómo me quiere!... Estaba sentado ya hace un par de minutos en mi diván, cuando apareció Nastasia con su presteza para preguntarme si cenaría esta noche. Le dije que no. Tenía que hacerme el disfraz, el nudo debajo de la camisa para que pasara desapercibida el hacha con la que mataría a ese gusano... Antes de ir a dormir fui a hurtar el hacha. Luego me quedé dormido, pero esta vez no me acuerdo de que soñé... Sí se que me desperté cerca de las once (lo indicaba un reloj grande de afuera). Quedaba poco tiempo, porque al mediodía era cuando la vieja quedaba sola, y el edificio también. Salí con mi disfraz. Llegué al edificio sin ser notado por nadie, el menos eso parecía. (¡cómo daba vueltas mi cabeza! ¡cómo latía mi corazón!) Subí al cuarto piso, Golpeé la puerta. Me abrió el gusano. Cuando se dió vuelta... ¡ZAZ!... estaba transpirando de tanta pasión... de tanto movimiento y en mi cama... Era todo un sueño... otra vez con un libro en la mano, de Dotoievski (¡salud, para tí!)...
Me acordé al instante que una vez había escuchado que era posible, o de hecho pasa a menudo aunque no seamos concientes de que en una noche tenemos hasta 9 sueños dentro de una dormida, por así decirlo. Asi que, me pellizqué, para que asegurarme ésta vez... Si, estaba despierto. Pero me sentía raro a pesar de todo... Eran más chicas mis manos, y mi cuerpo entero. Entonces supe que era un sueño. Esta vez ya lo sabía... Me dije que podría estar bueno crearlo... total era conciente... Así que decidí esta vez que sea un libro de Lewis: Creé a mis 3 hermanos, Peter, Susan y Lucy. Estabamos por jugar a las escondidas. Tenía que encontrar el ropero... si ese que me llevaría al otro mundo, a uno que los años no son iguales... Contaba Susan, me acuerdo (la hice contar a ella...) Empecé a abrir habitaciones... hasta que dí con él... Ahí estaba... lo descubrí... (aunque no pasó como en la pelicula... fue más rápido y con menos emoción) Cuando estaba por abrir la puerta, entra Susan y me dice que ya me había encontrado que me tocaba contar... Perdí... Entonces decidí terminar el sueño...(¡Salud, Lewis!)
            Pensando que volvería a la normalidad, sucedió que aparecí en plena guerra... me miré y estaba el torso desnudo, con algo de sangre. Era de noche... Fuego por toda la ciudad (¿adivinaste ya?) con mi espada en una mano y la otra tomando a mi padre anciano, llamado Anquises, queriendo escapar, queriendo huir... Ya estabamos en ello, pero él quería quedarse... no se lo permitiría. Por otro lado, una mujer gritaba: “¡Eneas!... por aquí”. Supuse, que yo era Eneas... Pero Anquises... lo dejaría ahí a mi padre... No podía... tendría que ser la virtud por la que sería enaltecido la piedad... no lo puedo dejar. Lo cargué sobre mis hombros, y empecé a ir dónde la mujer me indicaba. Entrando en el pasadizo, le dije que tomara una antorcha, y así lo hizo. Una vez lejos de la ciudad, paramos para poder ver con detenimiento que le había pasado a mi padre... Estaba viejo y no podía caminar más... Al pasar por un campo cercano pedimos unos caballos y lo hice montar. Cuando quise subir al mío, mi pie resbaló y me estaba cayendo cuando... me desperté...(¡salud, Virgilio!)
            Estaba en una selva oscura... empecé a buscar el camino para volver, y me encontré con una montaña, y me lo impedían unas bestias, eran tres: una loba, un león y una onza. Gracias a Virgilio, si el mismo que me había creado en el sueño anterior... ese me iba a ayudar, espantando las fieras y llevándome al Infierno. Era muy agradable poder estar hablando en italiano con el poeta latino. Uno de los mejores momentos de mi vida... Ahora no recuerdo bien si habíamos hablado en latín o en italiano. Creo que en italiano. Empezamos a caminar y yo instruido por su ciencia. Su elocuencia me dejaba atónito. Muy agradable experiencia, se las recomiendo... Bueno estabamos llegando, yo me dí cuenta por el olor. Eso sí que era putrefacción, casi insoportable, lo único que me sostenía era poder viajar con Virgilio, mi maestro, mi guía, mi padrino. Empezamos a ver la puerta y su letrero: “Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate”. Ya estaba pertérrito, temblando de mi miedo por ese espantoso lugar. Así me lo habían pintado, y así parecía en su aspecto por lo que veía... ¡un miedoo! Pero mi mentor me alentaba. Al abrirse la puerta, y vi tanta fealdad que me moví rápidamente y eso me hizo despertar nuevamente... (¡Salud, Dante!)
            Esta vez vestía chambergo, tenía unas boleadoras y andaba a caballo. Me apeé del mismo, lo até al palenque, y me dispuse a entrar a “la Blanqueda”(aunque esto es robado) donde voy todos los domingos. Entré, saludé a Don Pedro, el patrón y me senté después de haber pedido una caña, en una mesa alejada. Había dentro unos tres fumadores que reían a borbotones, y además del lado opuesto a mi mesa un par de paisanos amigos entre sí que discutían, no tan fuerte. En eso, se abre la puerta y entra un morochito con su china un poco rechoncha. “Vaca... yendo, gente al baile” se escucha al instante. Yo me reí, y fui a quien miró el tape con mirada no menos amenazadora. “se te´a perdido algo, negro” dije, dejando de reír. “ya vah a ve... porque le vi´a buscarlo”. Al instante, don Pedro, me convidó la guitarra, para empezar el contrapunto. Estuvimos así un largo tiempo, tanto que se me cansaba la voz y las décimas se me complicaban ya... para terminarlo, lo insulté, para que sacara el facón y vayamos afuera... No se hizo rogar, y se cumplió lo que quise. Empezó sin demora la pelea, la china rogaba que no, pero él y yo queríamos. Esquivé sus primeros puntazos, y cuando su guardia estaba descubierta... Zas!!... (¡Salud, Hernández!) me desperté nuevamente...
            Basta de despertarme así, me dije... Ya basta, cuántos sueños voy... contando me dije que siete. Falta poco... ésta disfrutemoslo. Entonces me ví. Tenía un asno rucio. Al lado mío un hombre con armadura, una lanza en un jambelgo escualidísimo. Aun así, parecía un hombre digno, un hidalgo, un caballero con todas las letras, al menos por su postura. Si uno lo veía más detenidamente, no le parecía tal. Pero bueno, estaba ahí, al lado de él y parecía decirme algo. “¿Veís aquellos gigantes? Escudero fiel, Sancho” Descubrí mi nombre, “son la aventura adecuada para este gran caballero llamado Don Quijote de la Mancha”, ya sabía ahora el nombre de él. “no los veo, señor.” Dije, mirando a dónde me apuntaba con su mano izquierda. “¡cómo no los véis! Allí...” Observando en la dirección, solo veía unos molinos. “que me tapan los molinos señor, no los veo”... “¡necio escudero! Ya te traeré la cabeza de uno de ellos...” No respondí nada. El se dispuso a cabalgar con toda la furia arremetiendo con todo el brío que podía dar su caballo y su brazo. Llegando hacia ellos, veo que su lanza apuntaba certeramente hacia una de las aspas, donde terminó dando. Ésta, siguió girando y hizo al caballero caer en tierra. Me presté para ir en se ayuda. Yendo hacia Don Quijote, mi señor... mi torpe asno tropieza y cayéndome, me desperté...(¡Salud, Cervantes!) comenzando el último sueño...
            Muchos caballero de frac, al modo de aristócratas estadounidenses. Monóculos. Pañuelos. Era un lugar cerrado, al parecer, iluminado por velas, muchas. Era de noche. Todos cuchicheaban hasta que vino el principal. Al parecer un hombre importante porque todos se pararon en silencio. El hombre nos hizo sentar y empezó un discurso, para nada formal. Bueno, algunas formas respetaba. Nos terminó proponiendo algo que me pareció algo medio loco, por los medios, pero viable. Llegar a la luna gracias a un tiro de cañon. Todos discutían, pero se terminó decidiendo que se haría. Yo me ofrecí a viajar en el proyectil. Me ilusioné con esa idea. Terminaron cediendo... Pasaron los días y algunos querían acompañarme. A mi me daba lo mismo, parecían afables. Llegado el día fijado, dentro ya del proyectil, tenían que esperar el momento preciso, pues había que volver con la fuerza atrayente de la luna. Esos minutos eran desesperantes, estaba sudando me acuerdo... no hablabamos ya. De nada. Casi que era todo silencio. No recuerdo haberlos oído respirar, tampoco sabía si yo estaba respirando... nos golpean de afuera indicando que comenzó la cuenta regresiva... 10...9... los tres contabamos mentalmente... 7...6... momentos agónicos, dramáticos...4... habrán calculado biene el tiempo.... 3...2... no es momento para arrepentirse...1...¡¡¡POOM!!! (¡Salud, Verne!)
            Hecho un agua toda la cama, como quien delira de fiebre, me encontré en mi verdadera habitación. Que noche tan larga... pero agradable... Que bueno que estuvo me dije... podría ver a algún psicologo hoy y contarle todo... Se lo voy a decir a Mike (Miguel Bruno), se acaba de recibir y tal ves le sirva para una tesina, o tesis... vaya uno a saber... Me bañé. Sí, después de 5 días, lo admito. Pero me bañé, lo tenía que hacer después de tanto sudor... Mientras me bañaba, se me ocurrió una idea: “¿cómo se sentiría romperse la cabeza con una pared?”, sería bueno probarlo, y contarlo, para que no les pase a otros. Cambiado ya, cerré la puerta con llave, después de mí, y me dispuso a ir a lo de mi tío Hernán, que por cierto también es psicologo... que buen tema les puedo dar... Me sentía un productor... un dios casi. (no se el camino exacto para llegar así que piensenlo ustedes) Llegué por fin. Me Abrió Stella Maris y me hizo pasar. Estuve toda  la tarde, hablamos de todo. Pero sobre todo hablamos de lo que me había pasado. Los noté entusiasmados, pero no como para todo lo que yo pensaba que sería... un gustito amargo me dejó... ¿Sería esa una pared?... Ya tardecito, entrada la noche, caminaba parsimoniosamente por las calles de Buenos Aires, sin ningún rumbo... pateando piedritas, no pisando las líneas, cualquier cosa venía bien en ese momento... Recordaba los sueños... En eso, antes de cruzar ví a una colorada... venía cruzando hacia mí... un minón. Sí, muy linda chica. Pensé que podía acercarme a ella e invitarla a tomar un trago. Esperaría que cruzara... Cruzó bailando, parecía el lago de los cisnes (¡Salud, Tchaicovsky!) Todo en ella bailaba: su pelo encrispado, sus manos a los lados, sus pechos, sus caderas... Era una belleza. Me vió que la miraba, no se bien con qué cara, pero la miraba, y nada más existía. Me sonrió al pasar por al lado y le dije: “buenas noches”. “buenas” fueron sus palabras... “buenas las ... que tenés” pensé, pero le dije: “disculpa...”. “¿sí?, ¿me querías hablar?” me dijo con su meliflua voz. Yo me derretía en sus verdes ojos y en con sus pecas. “sí, ¿no querés tomar algo conmigo?”. Se dió vuelta completamente, me miró seriamente, diciendo “sí, pero rápido”, su sonrisa se desdibujó. Ni lerdo ni perezoso, la hice entrar al bar que estaba atrás nuestro y pedí dos chops de cervezas. Eso quería ella... Hablamos lo más bien, me dijo su nombre: Micaela. La besé. Era encantadora. No terminamos el chop y ya se tenía que ir, y no quería que la siguiera, pero al ver que no cejaba yo, aunque me había dado ya el número, no pudo conmigo y me dejó, hasta cierto punto. Ya llegando a la esquina de 4 cuadras para abajo, no quería que la siguiera más. No quise ser descortés, así que cumplí sus órdenes, prometiendo que la llamaría mañana al mediodía. Pero la seguí, oculto. Dos casas más donde me dejó, entraba en el lupanar... y me dije eso sí que es romperte la cabeza con una pared... (¡Salud, Igni!)
            Fue así que definitivamente (esta vez no miento, si quieres puedes corroborar los sueños...) me desperté. En realidad, ésto es lo que pude escribir una noche de insomnio...

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